GIORGIO PAGLIARI IN MEMORIAM | Del 19 de febrero 2016 al 19 de febrero 2017
(Roma, 1933- Ibiza, 2015)
Tras estudiar en Roma y Paris, Giorgio Pagliari viaja a España en 1959 y se instala en Ibiza en 1960.
En 1961 hace su primera exposición en la galeria Ivan Spence y durante los sesenta se suceden sus muestras en la galería Carl van der Voort. (La fina intuición de Carl, captó sin duda enseguida la sensibilidad exquisita del italiano).
Fuera de Ibiza destacan las realizadas en René Metrás (Barcelona)y en Juana Mordó (Madrid), ambas en 1965.
Su camino, no obstante, estaba trazado desde el principio hacia el silencio, la soledad creadora y el tono bajo y sordo de los matices delicados, alejado del ruido y de las voces clamantes y reivindicativas de eso que se llama éxito, gloria, fama o reconocimiento.
No creo que todo eso a Pagliari le interesara mucho. Por el contrario su mundo creativo precisaba y parece alimentarse con la callada meditación que interioriza lo esencial, la contemplación pacífica de la naturaleza y una serenidad trascendente que se concretaba en una idea sencilla de la existencia. Todo ello sin duda compartido con una mujer excepcional- la suya- Lilli Kosola, delicada, tenue y sutil.
La obra de Giorgio Pagliari, vista ahora, con la perspectiva y la distancia que nos da saber que nos mira ya de lejos, resulta conmovedora. Se mueve libre en los matices y la temperatura media. Rebaja el color hasta quedarse solo con los ocres, los grises, los matices más suaves de la gama cálida. Altera la superficie con pestañas, solapas, adhesiones y collages, escamas superpuestas que pulsan la superficie plana y la alteran. Trabaja el espacio buscando la luz, sus juegos y sus contrastes. Describe ondas de papel y ritmo regular, buscando bajos continuos, armonías y simpatías delicadas e infinitas. Con frecuencia hay evocaciones de las texturas naturales, los elementos orgánicos de su paisaje circundante pero siempre tamizado por su idea, su concepto de belleza, de territorio expresivo.